martes, 7 de mayo de 2013

Una historia del corazón

Esta historia no la escribí yo, la escribió mi amiga Patty. Aquí la copio para que sea conocida. Porque es una lección de generosidad, de perseverancia y de verdadero amor, que pocas veces se ve en este mundo apurado. Léanla y entenderán por qué.
------------------------

Esta historia empieza cuando tenía yo 16 años. Estábamos en el colegio y nos invitaron a ir al puericultorio para cantar y jugar con los niños. Como yo ya había decidido estudiar Educación Inicial, era una de las más entusiastas y contagié a mis amigas.

Era una tarde calurosa. Llegamos al puericultorio, y toda la información que yo tenía era que se trataba de un sitio para huérfanos. Después me enteraría de que no era así. Terminado el acto, se nos acercó una monjita a preguntarnos si queríamos ser madrinas de algunas niñas.

Yo acepté, pero como solo tenía 16 años, necesitaba la autorización de mi mamá y mi papá. Ella aceptó, pero mi papá se negó y me advirtió que me iba a encariñar, luego sufriría y él no quería eso (cuánta razón tenia, sí que sufrí). Pero yo le rogué y rogué hasta que aceptó.

Entonces fuimos a conocer a las niñas. Había pequeñas desde los 6 años hasta las grandes de 14.

Yo quería una pequeñita, así que escogí a la más chiquita. Le calculé unos 2 años, tenía el pelo cortito (como hombrecito, por higiene).

Pero lo que más me llamó la atención fue que tenia pintadas unas chapitas en las mejillas ¡con plumón rojo! Se me acercó la monjita y me dijo que esa niña era mayorcita (tenia 6 años y un problema de crecimiento) y que tenia su hermanita de 4, y que si quería ser madrina de las dos. Imposible, si con las justas había convencido a mis papás de ser madrina de una.

Entonces jugué y conversé con la niña. Su mamá había muerto y una tía había logrado que las dos ingresaran al puericultorio para que estuvieran mejor atendidas. Tenían papá y 13 hermanos, y ¡una madrastra y tres medios hermanos más!

Fui a las charlas, y desde ese momento mis sábados estuvieron dedicados a ir a visitar a mi ahijada. Me pasaba las tardes ahí jugando con ella. Ahora me pregunto, qué impulsaba a una chica de 16 años a pasar todas las tardes del sábado en ese lugar.

Cuando le preguntaba qué quería que le llevara, ella me decía: pinturitas para la cara.

Llegó el día del bautizo. Fui con mis padres, llevamos una torta de dos pisos para las niñas, y a mi ahijada le compré zapatitos y un vestido. Cuando fui a comprar los zapatos, pedí como para 6 años y compré los que me dieron, pero cuando se los puse, ¡le quedaban inmensos! y le pusieron esos zapatos de bebé que tienen plana la parte de atrás (ardillitas se llamaban). Luego del bautizo, la visitaba cada sábado. Ahora las visitas eran con mi mamá y mis hermanas, hasta que un día se acercó la asistenta social para decirme si quería llevarla a mi casa un fin de semana. Y efectivamente, el siguiente fin de semana fui con mi mamá a sacarla.

Teníamos que llevarle ropa para cambiarla, ya que la que tenía se quedaba ahí para cuando la regresábamos los domingos.

El primer viernes que la sacamos fue muy emocionante, ella estaba feliz, ya se había encariñado muchísimo con nosotros. Yo creo que se sentía segura. Llegamos a la casa y fue una fiesta, le habíamos armado una camita en el cuarto de mi mamá. Comió sandía, huevo, helados, y esa noche lloraba de dolor de barriga. Fue un exceso.

Entonces se hizo una rutina sacarla los viernes, y muy doloroso devolverla los domingos a las 6 de la tarde. Era desgarrador dejarla, ella lloraba y se sujetaba fuerte de nosotros, y salíamos llorando también. Lo único que nos quedaba era esperar el siguiente viernes.

Hasta que un día viernes llegué… y no estaba. Su papá se la había llevado, a ella y a su hermanita. Desesperada, busqué a la asistenta social. y ella me explicó que como la niña tenía papá, se le había cumplido el tiempo de estar en el Puericultorio. Menos mal que me dio la dirección del papá (era por el barrio de las Malvinas) y convencí a mis padres de ir a buscarla. Ya todos nos habíamos encariñado con ella.

Fuimos con mi papá y mi mamá a buscarla, era un callejón de muchas viviendas, ellos habitaban un cuarto con los 13 hermanos, el papá, la madrastra y tres medios hermanos más. El papá no quiso dármela, me dijo que sus hijos no iban a estar regados por cualquier lado. La niña lloraba, y yo también.

Regresamos donde la asistenta social del puericultorio, y nos contó que el papá trabajaba en una fábrica de fideos. ¡Justo mi papá conocía al contador de esa empresa! Entonces fuimos a la empresa y pedí cita con el gerente y le expliqué a él la situación, no era que quería robarme a la niña, pero que el papá nunca fue a visitarla mientras estuvo en el Puericultorio (dos años). Es ahí que intervino la asistenta social de esta empresa, hablaron con el papá de la niña, le explicaron los beneficios que tendría la niña si me la daban etc y ¡finalmente acepto dármela!

El día que la recogimos de su casa, la niña estaba feliz. Subió al auto y sin mirar atrás se fue con nosotros. A mí me llama por mi nombre, a mi mamá le dice mamá, a mi papá le decía padrino.

Desde ese momento, pasó a ser parte de mi familia, la hemos criado como una hermana más, con algunos errores, eso sí.

De esta historia han pasado casi 40 años. Ahora ella tiene mis apellidos. Cuando nacieron mis hijos me ayudó a cuidarlos, ahora me ayuda a cuidar a mi mamá. Estudió y trabaja en un nido con niñitos pequeños.

Siempre pienso, qué sería de ella si no la hubiera traído a mi casa. Y de nuevo siento que la vida cambia en un segundo. El destino de ella fue que yo la mirara y peleara por ella.

Si ese día no hubiera ido al puericultorio, si la monjita no me hubiera pedido ser su madrina, si ella no se hubiera pintado esas chapitas en la cara que me llamaron la atención, si hubiera escogido a otra niña, y después del bautizo no hubiera regresado (como todas mis demás amigas lo hicieron), si hubiera desistido cuando el papá no quiso dármela, porque yo solo tenia 16 años…

La vida es así, está llena de sorpresas. Y no me considero especial, aunque creo que si soy especial...porque no me rindo y lucho por lo que creo. Aunque a veces lo que creo no sea lo mejor... ¡siempre lucharé!