En 1981, MVLL tuvo un programa semanal llamado La Torre de Babel, en un canal de televisión. Yo trabajaba en el noticiero nocturno de ese canal, y lo preparábamos a la misma hora y en el mismo ambiente donde el escritor grababa su programa. Una tarde, en un momento de descanso de la grabación, me animé y me acerqué a él para saludarlo, y le dije que había leído todos sus libros. Yo empezaba a trabajar free lance como correctora de textos y estilo. En ese tiempo se corregía las pruebas de imprenta y de galeras con unos signos de tipografía conocidos por el gremio, y era una tarea minuciosa que requería de mucha paciencia y concentración. Entonces tuve la inaudita ocurrencia de preguntarle quién le corregía sus libros. Me dijo: Yo mismo los corrijo. Luego le pregunté qué libro estaba escribiendo y me dijo: Está por salir a la venta La guerra del fin del mundo. Y agregó: Veremos el resultado. Y yo tuve el atrevimiento de decirle: Un libro sí se va a vender. Él sonrió educadamente, pero debió pensar que la estupidez humana es infinita.
El señor MVLL, que ya era un famoso escritor en esa época, mostraba gran paciencia y gentileza con los que trabajaban directamente con él durante todo el largo y agotador proceso de la grabación.
Pasó más de una década, y con la familia decidimos mudarnos de casa para ir a un departamento más pequeño, Comencé a buscar en los avisos clasificados, cuando saltó a mi vista una dirección conocida: la calle de Miraflores y la misma cuadra donde vivió MVLL durante su juventud y que menciona en varios de sus libros. El departamento reunía todas las condiciones que requeríamos, así que hicimos las gestiones y finalmente lo compramos y nos mudamos.
Un domingo, temprano, salí a comprar el pan y el periódico, y por la puerta del edificio pasaba, adivinen quién: MVLL, con una comitiva formada por su esposa, hijos, y algunas personas más. Estaban caminando por todas esas calles, conocidas ahora como el circuito turístico de MVLL. La ruta recuerda sus andanzas de joven y los lugares donde transcurren algunas de sus primeras obras. Este circuito literario se suma a los que ya tienen Jorge Luis Borges en Buenos Aires y Pablo Neruda en Chile.
El mismo VLL escribió una vez: "Me conmueve y me llena de nostalgia la idea de ese recorrido que para mí suscita tantas imágenes y recuerdos entrañables de mi infancia y mi adolescencia, los mejores momentos de los cuales pasaron en Miraflores”.
Pues bien, esa mañana cuando pasó por la puerta de mi edificio, saludando a todos, con su habitual cortesía, tuve el impulso de preguntarle: “¿fue aquí?” porque siempre creímos que en el lugar donde ahora se levanta mi edificio, estaba precisamente la casa donde él vivió de joven. Pero no me atreví. La pregunta se ahogó en mi garganta. Solo respondí su saludo y el de su familia, y pasaron de largo para continuar su recorrido. Siempre me arrepiento de no haberme atrevido a hacerle esa pregunta para salir de dudas.
Ahora, que es el famosísimo Premio Nóbel, repaso estos entrañables recuerdos.