domingo, 9 de diciembre de 2012

Adornar el arbolito

Columna publicada en el diario Expreso de Lima el 14 de diciembre de 1991.
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Hoy adornaré el arbolito de Navidad. Lo pondré en una esquina de la sala, como todos los años. Bajaré la caja grande que guarda las brillantes esferas de colores, las guirnaldas plateadas, los papá noeles chiquititos y los juegos de luces intermitentes.

Cada adorno es un recuerdo, un momento detenido de muchos diciembres. Se fueron juntando poco a poco y aumentando el tesoro de la caja; allí están envueltos en periódicos del mes de enero, listos para salir de nuevo y adornar el árbol. Todavía queda el sobreviviente de la catástrofe que ocurrió aquella vez que la caja se cayó desde lo alto del clóset, y los frágiles adornos se hicieron añicos en el suelo. Se salvó esa esfera grande de color azul brillante, con puntitos de escarcha. Es mi preferida. Sin ella, el árbol no sería el mismo.

Al otro lado pondré el nacimiento con las figuras de yeso que representan el Misterio en miniatura. También estarán los animalitos para ser otra vez testigos del nacimiento del Niño; entre ellos la llamita que alguien agregó, en una insólita presencia andina en el pesebre de Belén.

Hoy la casa lucirá como tantos diciembres que quedaron flotando en el espacio. Imaginaré que nada ha cambiado, que el reloj ha girado al revés y que volvieron a su sitio las hojas perdidas del calendario.

Después de todo, la Navidad es un milagro y todo puede suceder cuando brilla la estrella de Belén, aunque sólo sea una estrella de cartón, envuelta en platina y colocada, en lo alto de un arbolito, en una esquina de la sala.

Expreso, 14 de diciembre de 1991